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Parece que las manifestaciones ciudadanas en contra de la sentencia a La Manada han ofendido a una parte de nuestra sociedad. He llegado a escuchar y leer desde «manifestación de las seguidoras del programa de Ana Rosa en Sol», hasta «peligro para nuestra democracia», pasando por el ya famoso «masa inculta e ignorante que se mueve no por la razón, sino por las bajas pasiones» o el «no me puedo creer que gente que parece inteligente justifique las manifestaciones».

La mayoría de ellos, tan inteligentes, clamaron en contra de la decisión de los juzgados alemanes, al no observar motivos sólidos, de entregar a Puigdemont a las autoridades españolas y, de haber tenido la capacidad de provocar manifestaciones, no duden que lo hubieran hecho.

Es una ventaja, sin duda, que las opiniones se hayan democratizado a través de las redes sociales. No ha multiplicado el número de imbéciles, como afirmara Umberto Eco –tiro de memoria-, sino que ahora podemos saber quiénes son. Y eso, sin duda, es una gran ventaja para el resto de ciudadanos. Porque, además de los imbéciles, también podemos detectar a los enajenados y, en relación a las reacciones por las manifestaciones por la sentencia a La Manada, a los machistas, retrógrados, reaccionarios y demás ralea que se mira al espejo y se cree tan lúcida como para crear las bases de una democracia liberal.

La reflexión mayoritaria, de esta turba lúcida y silenciosa, es que poner en tela de juicio al poder legislativo, al derecho público y a sus actores resulta peligroso. Por un lado, nuestro estado de derecho se erosiona y, por otro, nosotros -que no somos jueces, ni abogados- entonces, pobre masa aborregada, podemos convertirnos en una jauría humana.

Más de trescientos folios me leí. Gran parte de esos folios están destinados a describir una violación. En la sentencia no se habla de física cuántica o de ingeniería espacial en ningún momento. De hecho, la mayoría de las sentencias suelen resultar divulgativas y pedagógicas, precisamente por esta razón. Que las entendamos. A esta sentencia no le falta exhaustividad, pero sí es incongruente. A ver cuándo estos «defensores de la democracia» se bajan un poco al barro y abandonan sus ultrapetitum y extrapetitum y toda esa jerga con la que creen que pueden dejarnos con la boca abierta a nosotros, pobres estúpidos.

Esos tipos son unos violadores porque en su sentencia se habla de una violación como un Hecho Probado. Porque aquello fue una violación. Lo que se relata no es un abuso. Es una violación. Es como si yo escribo «Fulano hundió su puñal en el pecho de mengano no menos de tres veces ni más de seis hasta causarle la muerte». Y entonces, estos que son tan listos y tan inteligentes, se ponen a deliberar sobre si cuatro veces es homicidio involuntario, pero cinco lo convierte en voluntario. Y eso tiene un nombre: insulto al ciudadano y pedantería de despacho. Que hay mucho pedante en al ámbito de las leyes que va por ahí creyéndose Dios y solo es un vendepeines que recurre a la memoria para aprenderse unas cuantas palabras que suenan muy bien para abrumar al ciudadano con ellas. 

Se suele decir que la ciudadanía está aborregada, pero no es nada comparado a un porcentaje bastante alto, y cada vez más, de los periodistas actuales. Una verdadera lacra pandémica. Si un periodista es capaz de admitir que no es capaz de leer una sentencia con esa cantidad de páginas (en una sentencia hay muchísimas partes que se pueden saltar) en una tarde, o un día, más le valdría tener la decencia de dedicarse a otra profesión que no sea la de juntaletras apesebrado por un partido político o conglomerado empresarial.

En Estados Unidos, la democracia liberal más antigua, suelen ser bastante habituales las demostraciones de disgusto popular por decisiones judiciales que la ciudadanía considera injustas. Desde policías absueltos por cometer crímenes, hasta asuntos muy parecidos al de La Manada, indignan a los ciudadanos. Quizá porque allí tienen más claro que nosotros que el poder emana de ellos.

Sin ir más lejos, hace menos de dos años, la decisión de un juez por considerar como abuso sexual otro caso que venía descrito en la sentencia como una clara y premeditada violación, desató toda clase de protestas en Estados Unidos, llegando incluso a pedir, a través de firmas, que dicho juez fuera retirado de su cargo.

La gente. A la gente le gusta hablar sobre y de la gente. Todo el mundo es gente. La gente. La gente no sabe de política. La gente es estúpida. La gente es corrupta. La gente no entiende, no lee, no es sensible. De nada sirve. La gente. La gente. La gente no ama el arte, ni la cultura, ni la vida. A la gente solo le gusta el fútbol, los toros y el cine malo. La gente no es amiga de los literatos amigos de sus amigos literatos y artistas. La gente no sirve, nada sabe, está de más. La gente. Todo el mundo es gente que gorronea, no produce, no vale. Todo el mundo es gente. Todos menos estos periodistas que se creen muy listos y que conocen muy bien el funcionamiento de las democracias modernas.

Estoy orgulloso de ser gente. Por eso la gente de mi barrio me conoce y me saluda y se preocupa por mí cuando hay que preocuparse y se alegra por mí cuando hay que alegrarse. Porque sabe perfectamente que soy gente. Y, por esa razón, sospecho que aún no han publicado mi última columna de opinión política que mandé al periódico. Porque defiende a la gente y pone a caer de un burro al periodismo.

Y, eso, parece que no es lo suficientemente snob como para vender.