«Si usted está angustiado por cualquier cosa externa, el dolor no se debe a la cosa en sí, sino a su estimación de la misma, y esto tiene el poder de revocarse en cualquier momento». – Marco Aurelio
Hemos tenido burbujas energéticas, tecnológicas, inmobiliarias, de deuda. Incluso de tulipanes, en el siglo XVII en los Países Bajos. Ahora parece que estamos viviendo la burbuja del estrés. Esperemos, por el bien de la humanidad, que no explote.
El estrés se soluciona aprendiendo a delegar en los demás, no exigiéndonos demasiado, no comparándonos con nadie, aprendiendo a decir que no, llevar un patrón de sueño fijo en la hora de despertar, o no cortando el flujo laboral del estrés, entre otras conductas cognitivas.
No es necesario que se despatarren en mitad de la energía cósmica, que una vecina en bata de buatiné les contemple el aura, abrazar árboles -con todo, eviten las chumberas-, comer flores o dejarse ir por un chamán de largas barbas que le tapen las parte pudientas.
Una manera que tienen perros, monos, pájaros y humanos de reducir su estrés es peleando, ladrando y echándole la bronca al que tienen al lado. Así se tranquilizan. El estrés es como la casa de El Resplandor: cambia a las personas. Es como Yul Brynner en Almas de Metal. ¡Les perseguirá! Aunque, a veces, al igual que de las bostas crecen flores hermosas, del estrés pueden surgir obras de arte. Aunque no es demasiado habitual.
La postmodernidad psicológica nos ha dotado de herramientas tan exóticas como el test de la lluvia. Utilizado por sesudos hombres encorbatados y lúcidas mujeres de blanco de recursos humanos que intentan seleccionar el mejor profesional para un puesto laboral. Es muy importante medir la tolerancia al estrés y a la frustración del candidato de marras. Si el dibujo está orientado hacia la derecha indica ambición personal, pero si está situado hacia la izquierda denota pesimismo -no me pregunten por qué, a mí no se me ocurrió-. Si no hay paraguas, es que la persona tiene pocos recursos para afrontar situaciones adversas. Y, sin embargo, si el paraguas es enorme denota aislamiento y necesidad de sobreprotección. Si las figuras humanas están pintarrajeadas de frente podrán enfrentarse al mundo.
No le hagan demasiado caso a la postmodernidad. Si un rasgo distintivo tiene la postmodernidad es que es de poco fiar. Carece de palabra de honor. Les doy mi palabra de honor.
Si tienen estrés acudan a un profesional serio. Espero que estos párrafos no les haya provocado demasiado estrés. O, si no, háganle caso a lo que dijo Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, en su «Derecho a la Pereza»: ¡Proletrios del mundo, descansad!
Pero, sobre todo, no me estresen, que me gusta la vida tranquila y el calzado cómodo.