Por circunstancias ajenas a mi voluntad -como se solía decir cuando la televisión era analógica y le pegábamos mamporros para que volviera la imagen- me he topado con dos grupos de pacientes que, a la postre, se han convertido no solo en mis favoritos, sino en los más demandados: adolescentes y personas con altas capacidades. Y si, además, se juntan ambas categorías para mí mejor, la verdad, ya que hacen mi trabajo más ameno.
No sabría decirles la razón por la que esta circunstancia ha sucedido, aunque la más probable que se me ocurre es el azar y, bueno, un éxito terapéutico que de no haberse dado no hubiera provocado tal proliferación. Al fin y al cabo, antes de que los adolescentes con altas capacidades ocuparan el escenario principal de mis quehaceres laborales, el grupo mayoritario era el de adolescentes ultrarreligiosos. Sí, así fue. Incluso uno de mi pacientes, en pleno brote psicótico, pensó en comenzar a construirse un arca de Noé, pese a no llamarse Noé y vivir en un lugar tan árido como Málaga.
El principal escollo, en mi opinión, para tratar a un chaval o a una muchacha con altas capacidades es exactamente el mismo que para tratar a un adolescente sin altas capacidades: todo lo que venga de los padres está automáticamente desacreditado, puesto en tela de juicio, tomado como un litigio. De ahí que tenga que ser una persona del exterior -psicólogo o no- la que intervenga para solucionar el problema. Además, como ya dijo Oscar Wilde -ayer se cumplieron 117 años de su muerte- en El retrato de Dorian Gray: aquellos a los que les agrada todo el mundo, no se interesan por nadie y, por lo tanto, son incapaces de amar. Los adolescentes, en cambio, pueden mostrar desdén y odio por los adultos precisamente porque se preocupan por nosotros y nos quieren. Y, porque, bueno, en el fondo cualquier persona que me conozca sabe que soy un individuo bastante inmaduro y eso me ayuda a empatizar con ellos de manera natural.
En fin, que como no puedo proveerles de una guía estructurada sobre cómo detectar, acompañar y ayudar a adolescentes con altas capacidades, aunque tenga mis trucos de perro viejo que funcionan en esto de la psicología clínica, dejaré que otra persona lo haga por mí.
Él se llama José Luis Sánchez. Somos coleguitas. Una mente libre, incansable, peleona, inconformista, que ha tenido la amabilidad de escribir para todos nosotros el mejor artículo sobre bibliografía, legislación, datos oficiales, modos de identificación, protocolos educativos, investigación y asociaciones sobre altas capacidades. Tal y como hizo Aristóteles con el conocimiento, ha puesto orden en el siempre espinoso tema de en qué consiste exactamente tener altas capacidades.
Si son ustedes padres de un hijo con AACC, no duden en bichear todo lo posible este maravilloso ensayo compilatorio. Encontrarán muy, pero que muy pocos mejores. Con él les dejo.
Preguntas frecuentes sobre altas capacidades
Espero que les sea de utilidad.
Un fuerte abrazo a todos.