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Némesis castigó a Narciso provocando que este se enamorara de su propia imagen, reflejada en una fuente. Así estuvo Narciso, ensimismado, en una suerte de postura de cera, contemplándose largo rato hasta que, exhausto, las aguas se lo tragaron y, de su ondeante sesgo, nació una radiante flor.

La mitología griega sea probablemente la fuente de conocimiento que más influencia haya ejercido sobre la civilización occidental. Y no siempre desde el arte. También ha servido para que, desde el rigor científico, se arroje luz sobre el significado y la relevancia de conceptos o problemas que han estado ahí desde siempre.

En la actualidad existe un larguísimo etcétera de asuntos sociales que perfectamente se podrían explicar y comprender desde el mito. Y no desde una aplicación de móvil, como intentamos hacer con todo. Uno de ellos es el narcisismo, esa admiración tan excesiva, como irracional, que sentimos por nosotros mismos.

Si a este egocentrismo presuntuoso, a esta vanidad ególatra, le sumamos una manifiesta ausencia de empatía, un umbral bajo de información del estrés, nula autocrítica, altos niveles de ansiedad confundidos -o simulados- con culpa, conducta celotípica, baja autoestima expresada con condescendencia hacia el exterior e ira hacia el interior del núcleo familiar, miedo irracional a la soledad, poco autocontrol y una abrumadora dependencia emocional y funcional de otras personas, el narcisismo puede convertirse, en su versión más vulgar, en una lacra social, tal y como creo que está sucediendo.

El narcisismo puede llegar a convertirse en un perfil tan, tan, tan habitual que marea. Es el perfil ordinario de una persona ordinaria que maltrata de un modo ordinario psicológica y físicamente -hasta la muerte- a su pareja. Tan, tan, tan cotidiano que, mientras escribo esto, fijo que ahí afuera habrá alguien que estará tolerando lo intolerable por lástima, enésimas oportunidades, pocos recursos económicos y, lo peor, amor.

No se acostumbren a esa mierda. Tampoco es necesario que recurran a la venganza, tal y como hizo Némesis con Narciso. Existen recursos públicos y profesionales que les pueden sacar de ahí. Eso no es amor. Es una enfermedad mental, como otra cualquiera.